“Los libros que no leemos
tienen la llave de alguna de
nuestros interrogantes.”.
“Transitamos diariamente
el laberinto geométrico y perfecto
de una biblioteca buscando
respuestas
para que sobrevivan las preguntas.”
El laberinto se agranda a medida
que lo transitamos.
Las preguntas pesan como cadenas
y las respuestas arrastran las
llaves
del interrogatorio.
Los libros, encolumnados,
sobrevivieron a los holocaustos
y nos crucificamos entre sus
páginas
para expiar la culpa de nuestra
ignorancia.
Bebemos el agua de la duda,
y encontramos la paz en el punto
final
que antecede a la última página.
Es
el Día del libro, y nosotros los bibliotecarios, custodios de esa bandada de pájaros universales lo
celebramos.
Los
soltamos diariamente para conocer el calor de una mano, para encender la llama en la
oscuridad del desamparo.
Los soltamos diariamente para que recuperen su vuelo y provoquen lluvias
de palabras para que todo el que tenga sed camine lentamente hasta la fuente
y la beba hasta
sentir la paz del oasis en el desierto
del desconocimiento.
Es el “Día del libro” y bendecimos a los que
los escriben, como también condenamos a
los que hicieron fogatas en un tiempo
que no queremos revivir.
Es el “Día del libro” ,del libro eterno,
universal, perseguido, aclamado y condenado, que tuvo que reescribir su propia
historia cuando Gutemberg puso la primera letra
y armó la primera palabra.
Esteban González