"Esperamos que
el bibliotecario se destaque en el arte
de las relaciones interpersonales: escuchar a los jóvenes usuarios con benévola
y discreta atención y dejarse conducir
por su conocimiento, experiencia, empatía e intuición, para recomendar a cada
quien el soporte que le enseñará mucho sobre sí mismo. Se espera que el bibliotecario
sepa asegurar a los niños un acompañamiento pedagógico y documental, pero desescolarizando
la lectura, volviéndola deseable, placentera, divertida, en especial con los
adolescentes que con frecuencia dan prueba de un antiintelectualismo feroz.
Hoy esperamos también del bibliotecario que reflexione sobre su propia
relación con los libros, con el fin de no transmitir sus propias
ambivalencias y contradicciones. Que sea muy hábil en el dominio de las nuevas tecnologías. Que sea, asimismo, un lector apasionado,
agudo conocedor de los cuentos regionales como de las leyendas lejanas, de los
clásicos como de la literatura contemporánea, de los ensayos como de los
álbumes que han revolucionado el arte gráfico. Que no vacile en salir de la
biblioteca, construir puentes hacia el barrio, acercarse a la comunidad y de
una manera más amplia con el resto de la ciudad. Que sea, en todo lugar, un
narrador y un animador jovial sin perder por lo mismo sus aptitudes de
catalogador obsesivo. Se espera que sea
un guía que sepa transmitir el arte de abrirse un camino en el laberinto de
las estanterías, y transformar un ambiente extraño en un lugar familiar. Más
aun, que sea un trabajador social, un decorador de interiores, un gerente
eficaz, un diplomático astuto en sus relaciones con los docentes, las familias,
etc. La mayoría de las veces los bibliotecarios son personas que escogieron este
oficio docente porque amaban los libros, o porque amaban el orden, los estantes
bien ordenados, o los niños, los adolescentes, el contacto con el público. O
bien porque tienen la fiebre militante y anhelan contribuir al desarrollo
cultural de su país."